Gritos que hacen llorar a la luna.

Del negro pasó a una habitación muy oscura, exacto…mis ojos al fin se despegaban de una larga e inconciente noche…las paredes tenían una humedad que no dejaba de expandirse, su mirada desde la otra habitación perturbándome la mente…1,2,3…eran los segundos que pasaban y me hacían saber que sus manos no tardaban en posarse nuevamente en los ya cansados poros de mi cuerpo. Así se acercaba, decidido, muy decidido, pero no se percató de que ésta vez…y sólo por ésta vez…yo lo estaba aún más, Cerré con furia aquella puerta, maldita puerta que daba a ese pasillo que tanto intenté correr y nunca pude, ¡maldito! , maldito pasillo que conectaba su infierno con mi cielo…¡Maldito cielo que nunca es duradero!. – ¡LLORAR!, ¡GRITAR!, ¡GOLPEAR!, ¡SANGRAR! ¡ES SIEMPRE LO MISMO! ¡ POR FAVOR NO!– Nadie me iba a escuchar. ¿Dónde me encontraba? Hacía siglos…o quizás minutos, que estaba situada en un lugar particular, extraño, en el que mi mente no entendía absolutamente nada de lo que pasaba al alrededor.
Ya podía sentir vibrar en mi espalda los golpes de su autoritaria y arrogante mano intentando nuevamente robarme toda dignidad posible, romperme mi ego a pedazos y dejarme completamente vulnerable. Mi actitud sólo demoraba todo, pero tarde o temprano volvería a suceder, no era una solución… era un impulso tonto y sin sentido. ¿Dónde podría escapar? Y si escapara, ¿A dónde iría?...Acorralada y sin sueños, mi mente era tan sólo un deseo que se sabía imposible.
Pronto su fuerza fue mucho mayor que mi ilusión y mi cuello comenzaba a quejarse por sus manos que lo sostenían. – ¡YA! ¡BASTA! ¡DE TODAS FORMAS VAS A TENER LO QUE QUERES! – Nada le importaba, ni siquiera el hecho de que… verdaderamente el fin siempre era el mismo y él terminaba logrando todo lo que pretendía de mi piel. Tras sangre derramada, llantos sin conciencia y una dosis de nauseas, introdujo en todo mi ser su maldito infierno inigualable y asquerosamente inhumano. Derramaba en todo mi cuerpo su propia miseria, transpiraba inconciencia, me golpeaba las mejillas caídas de tan tan tristes…Mordía todo mi cuerpo, aquel que el único propósito que tenía era no dejarme escapar…hacia la felicidad…Qué extraño se me hace decir esa palabra.
Me dejó tirada en un rincón, y cerró aquella puerta que tanto había deseado que se bloqueara por una eternidad. Respiraba sobre mi propia sangre y podía sentir ese aroma tan particular…una mezcla metálica que tan familiar se me hacía, todo se lo debo a la rutina…no sé si estuve horas o días en esa posición, no sé si fue pesadilla o realidad. Con la poca fuerza que me quedaba me eleve tan sólo para observarme al espejo… ojos rojos, cabellos desordenados y golpes antiguos imborrables, tan sólo sollocé hasta la cama.
Mi río jamás se calmaba…pero bajo las sábanas siempre me sentí a salvo. Mi infancia careció de muñecas, mi vida es desesperante desde que tengo memoria, tengo recuerdos monótonos y ningún día se esmeraba en cumplir mis deseos…pero sin embargo sonreía mientras lloraba: “…Al menos sigo viva....”